Nací en 1974. Como muchos de los niños de mi época, mis primeros años de vida transcurrieron muy cerca de mis abuelos. Mis padres se casaron y se trasladaron a vivir al bajo de la casa familiar paterna. Por aquel entonces, las posibilidades económicas eran pocas, y el sueño de poseer una casa propia y un poquito de intimidad, sonaba todavía un poco lejano. Nuestro primer hogar, estaba situado en el barrio de San Pedro, en Santiago de Compostela, barrio muy familiar y acogedor, del que yo guardo muy buenos recuerdos. Si me pongo a pensar, mi vida entonces era muy apacible. Íbamos a un colegio cercano a nuestra casa y por las mañanas, recorríamos las aceras del barrio haciendo nuestras paradas habituales. Cogíamos el pan en la vieja panadería de la señora Felisa, donde tenían los mejores cornechos para comer en el recreo. También parábamos en la librería de Maribel, o en el kiosko de Loli, con aquel increíble lote de cómics para escoger. Todavía me acuerdo de todos aquellos olores: el pan... el olor a papel de periódicos y revistas de aquel kiosko...
Es curioso como podemos conservar en nuestra memoria viejos olores. Hay olores que inevitablemente relacionamos con personas, acontecimientos o épocas. El olor a tarta de galletas de mi abuela, es un olor que estará eternamente ligado a mi infancia.
Mi abuela, era muy buena cocinera. Y digo era, no porque haya muerto, sino porque hace muchos años que dejó de cocinar. A sus 97 años, otros cocinan para ella, aunque seguro que no lo hacen con tanto amor y cuidado como ella lo hacía. Su cocina era sinónimo de su carácter: tranquila, cuidadosa y sencilla. Hasta el caldo limpio tenía un sabor más rico si lo hacia ella.
Cada fin de semana, recibía en casa a sus nietos. Los sábados venía mi tío Manolo con su familia, y los domingos hacía lo propio mi tío Toño. Las visitas solían llegar a las seis. Esa mañana, mi abuela se levantaba temprano, como cada día, y preparaba la tarta de chocolate y galletas. Siempre el mismo ritual: primero rayaba el chocolate de tableta gorda con un cuchillo que había sido afilado unas mil veces. Recuerdo que ponía toda aquella rayadura encima de un trocito de papel albal. Utilizaba las tabletas de la fábrica de chocolates "La Compostelana", situada cerca de nuestra casa, y hacía con él una rayadura muy fina que luego añadía a la leche. El resultado era un chocolate con leche suave, perfecto para cubrir la tarta.
También preparaba el flanín en la cocina de leña. Utilizaba flanín "El Niño" de toda la vida. Por último templaba leche e iba mojando las galletas Cuétara cuadradas en ella. Siempre he admirado la destreza que tenía para colocar aquellas galletas cuadradas en una fuente ovalada. Supongo que manías de abuela, cuando lo más fácil sería utilizar una fuente cuadrada. Pero el caso es que la presentación era perfecta. Capa de galletas empapadas en leche, capa de flanín (siempre decía que bien caliente para que se fundiera bien con la galleta), nueva capa de galletas , y aquel maravilloso chocolate coronando la tarta.
Aquel olor se propagaba por toda la escalera. Mi abuela llevaba las tartas a enfriar a una de las habitaciones de la casa, donde se mezclaba el olor avainillado con un cierto olor a humedad propio de las casas antiguas. Delicioso.
He intentado varias veces hacer aquella tarta, pero no me sale igual. También la he probado en varios restaurantes, y en algunos de ellos la hacen muy rica, pero como aquella no. Supongo que le falta el ingrediente fundamental: el amor y el cuidado con el que ella la hacía. O quizás el secreto esté en esos dedos torcidos que rayaban con tesón la tableta de chocolate "La Compostelana". Tal vez ese secreto se irá con ella, espero que dentro de muchos años, pero lo que se quedará conmigo para siempre será aquel olor impregnando la escalera. Estará por siempre entre mis recuerdos, entre mis recuerdos de chocolate....
Tarta de galletas abuela Benita
-1 paquete de galletas Cuétara cuadradas
-1 sobre de flanín "El niño"
-1 tableta de chocolate del gordo rayada
-1 cacito con leche templada
Elaboración
Rayar la tableta de chocolate, y mezclarlo con leche removiendo bien, hasta hacer un chocolate con una textura cremosa y suave.
Preparar el flanín como lo indica el sobre.
Mojar las galletas en leche templada e ir colocándolas con mucho cuidado en un molde.
Verter el flanín caliente encima de las galletas, cubriéndolas bien.
Poner otra capa de galletas y cubrir con el chocolate calentito.
Las capas van al gusto de cada uno. Se pueden hacer tantas capas de flanín y galletas como se quiera.
Dejar enfriar y colocar en el fondo de la nevera.